Duque de Angulema (24 de mayo de 1823): Proclama en Madrid

¡Españoles! Antes que pasase por los Pirineos el ejército francés declaré a vuestra generosa nación que la Francia no estaba en guerra con ella; le anuncié que veníamos como amigos y auxiliares a ayudarla a levantar sus altres, librar a su Rey y restablecer la justicia, el orden y la paz. Prometí respeto a las propiedades, seguridad a las personas, protección a los hombres pacíficos. La España ha confiado en mis palabras. Por las provincias que he atravesado han recibido a los soldados franceses como a hermanos, y la opinión pública os habrá informado si han merecido esta acogida y si yo he cumplido lo que ofrecí.

¡Españoles! Si vuestro Rey se hallase aún en la corte, el noble cargo que el Rey mi tío me ha confiado, y ya sabéis cuál es, estaría cerca de acabarse; nada tendría que hacer después de haber puesto al Rey en libertad, sino llamar su atención sobre los males que han sufrido los pueblos, la necesidad que tienen de quietud en el día y la de seguridad para en adelante. Pero la ausencia de S.M. me impone otras obligaciones.

Me corresponde el mando del ejército: pero sea cualquiera el lazo que me une a mi a vuestro Rey y a la Francia con España, las provincias libres por los soldados de ambas naciones ni pueden ni deben ser gobernadas por extranjeros.

Desde las fronteras hasta las puertas de Madrid he estado confiada la administración pública a españoles lustres, de quienes el Rey conoce la fidelidad y desinterés, y los que en estas circunstancias difíciles han adquirido nuevos derechos a su reconocimiento y a la estimación general. Ya ha llegado el momento de establecer de un modo solemne y verdadero la Regencia que debe encargarse de la administración del país, de la organización de un ejército regular, y de acordar conmigo los medios de finalizar la grande obra de la libertad de vuestro Rey.

Este establecimiento ofrece dificultades reales que la franqueza y la lealtad no pueden disimular; pero que la necesidad puede vencer. No puede ser conocida la elección de S.M., y es imposible, sin que se prolonguen los males que dolorosamente agobian al Rey y a la nación, convocar a las provincias para ella.

En estas difíciles circunstancias, en que no hay ejemplo que seguir, he entendido que el medio mas conveniente y más agradable al Rey y a la nación, era el de convocar el antiguo y supremo Consejo de Castilla y al de Indias, cuyas altas y diversas atribuciones abrazan el reino y sus posesiones ultramarinas, y confiar a estas grandes corporaciones independientes por su elevación y por la posición política de los sujetos de que se componen, el cuidado de señalar los miembros de la Regencia; en consecuencia he convocado a dichos Consejos, y ellos os manifestarán su elección. Los sujetos en quienes recaigan sus votos ejercerán el poder necesario hasta el deseado día en que vuestro Rey libre y feliz, pueda cuidar de consolidar su Trono, afirmando al mismo tiempo la dicha de sus vasallos.

¡Españoles! Creed en la palabra de un Borbón. El monarca bienhechor que me ha enviado, no separará en sus deseos la libertad de un Rey, de su familia y las justas esperanzas de una nación grande y generosa, aliada y amiga de la Francia.

Luis Antonio.

Por S.A.R. el Príncipe generalísimo. El consejero de Estado, secretario civil de S.M. Cristianísima.

De Martignac.

Gran cuartel general de Alcovendas, 23 de mayo de 1823.

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